En este artículo, quisiera explorar un poco más sobre la oportunidad que nos ofrece el debate sobre la decolonización de la cooperación internacional, utilizando como referencia las propuestas de Aníbal Quijano y Rita Segato.

Tanto en Quijano como en Segato, encontramos una brújula ética y política para repensar las bases de la cooperación internacional. Ambos autores nos muestran que la colonialidad es una matriz de poder que organiza las relaciones sociales, económicas y culturales contemporáneas. Esta matriz, lejos de haber desaparecido, sigue moldeando las prácticas globales, justificando jerarquías y perpetuando desigualdades que afectan, sobre todo, a las comunidades racializadas, las mujeres, personas de la diversidad sexual y los territorios del Sur Global.

El peso de la colonialidad en la cooperación internacional

Quijano nos habla de la «colonialidad del poder», que clasifica a las personas según categorías de raza, género y trabajo, legitimando relaciones de dominación. En el ámbito de la cooperación internacional, estas jerarquías se manifiestan en las dinámicas de poder que se establecen entre actores del norte global y del sur global, sobre todo desde el imaginario social que de un lado tenemos “donantes” y del otro lado “ comunidades receptoras”, pero también mediante la imposición de agendas externas y en la perpetuación de modelos eurocéntricos que niegan la diversidad epistémica de los pueblos con los que trabajamos.

Segato muestra cómo el patriarcado colonial utiliza la violencia contra las mujeres y comunidades como una herramienta sistemática de control. Sus conceptos de «pedagogía de la crueldad» y «territorialización de los cuerpos» explican cómo estas dinámicas se normalizan en nuestras sociedades. En el contexto de la cooperación internacional, esto nos lleva a reflexionar sobre las formas en que nuestras prácticas pueden, incluso sin intención, perpetuar estas lógicas de dominación.

¿Qué significa decolonizar y despatriarcalizar la cooperación?

Decolonizar la cooperación no es simplemente adoptar nuevas terminologías o incluir perspectivas diversas de forma simbólica. Implica una transformación radical de las prácticas, estructuras y relaciones de poder. Desde mi rol como Co-Presidenta de Acápacá y Directora para Centroamérica de We Effect América Latina, creo que estas reflexiones pueden transformarse en prácticas concretas para una cooperación más justa mediante compromisos políticos sostenidos.

A partir de las propuestas de Quijano y Segato, quiero destacar cinco ejes fundamentales que podrían ayudarnos en esta transformación:

  1. Revalorizar las epistemologías del sur. Quijano y Segato nos invitan a recuperar y reconocer los saberes comunitarios como fuentes legítimas de conocimiento. Cuando hablamos de lo epistémico, nos referimos al conocimiento y las formas en que se produce y valida. Reconocer la diversidad epistémica implica valorar los saberes de los pueblos y culturas históricamente marginados. Esto requiere abandonar el monopolio de las narrativas eurocéntricas y aprender de las cosmovisiones que integran al ser humano y la naturaleza en relaciones de equilibrio, como el buen vivir.
  2. Romper con las jerarquías de poder. Transformar la cooperación en una relación horizontal implica que las comunidades dejen de ser vistas como “beneficiarias” pasivas y se conviertan en protagonistas de sus procesos. Esto significa redistribuir el poder en la toma de decisiones, desde el diseño hasta la implementación y evaluación de los proyectos. Además, debemos ir más allá, retándonos a pasar de proyectos a procesos de mediano y largo plazo.
  3. Incorporar el cuidado como práctica política. Segato resalta que el cuidado es una herramienta de resistencia frente a la lógica extractivista. En la cooperación, esto implica rediseñar las intervenciones con un enfoque centrado en la sostenibilidad de la vida y no solo en los resultados cuantitativos.
  4. Resignificar las relaciones con la naturaleza. La colonialidad ha mercantilizado la tierra, los recursos y las especies, ignorando su valor intrínseco. La decolonización requiere reconfigurar estas relaciones, reconociendo la interdependencia entre las personas y el planeta. Esto es sumamente urgente: estamos destruyendo nuestra casa común. Entonces, ¿cómo empujamos esta agenda y estas lógicas de trabajo desde la propuesta de la decolonización de la cooperación internacional?
  5. Subvertir las estructuras patriarcales. No puede haber decolonización sin despatriarcalización. Esto significa abordar la violencia de género no como un problema aislado, sino como una expresión sistémica de la colonialidad que atraviesa tanto a las comunidades como a las organizaciones internacionales.

Pasemos a la acción colectiva

La decolonización y la despatriarcalización no constituyen fines estáticos, sino procesos continuos de búsqueda, experimentación y creación de nuevas formas de relación. Desde mi convicción feminista y todos los años de experiencia en el sector, creo que la cooperación internacional tiene una oportunidad única de liderar este cambio. Pero para ello, debemos atrevernos a cuestionar nuestras propias prácticas, desaprender lo que hemos normalizado y construir desde la reciprocidad, la diversidad y el cuidado.

¿De qué forma podemos colectivamente romper con estas lógicas y construir un sector verdaderamente transformador? Sigamos compartiendo ideas, experiencias y reflexiones, desde Acápacá podemos facilitar su participación en el #ForoPermanente por la Decolonización de la Cooperación Internacional para que cada vez seamos muchas más voces en esta comunidad.

Solo desde el diálogo colectivo podremos avanzar hacia prácticas feministas y decoloniales que nos permitan superar las jerarquías que reproducen relaciones de poder desde la lógica de dominación y construir un futuro basado en la igualdad y el bienestar colectivo.

#Descolonización #CooperaciónInternacional #Feminismo #DiversidadEpistémica #BienVivir #BuenVivir #JusticiaGlobal #EpistemologíasDelSur

Damaris Ruiz. 

Directora para Centroamérica en We Effect y Co-Presidenta de AcáPacá

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